Hábitos aparentemente "saludables" que pueden afectar a tus hormonas
Las hormonas desempeñan un papel crucial en numerosos aspectos de nuestra salud, incluyendo el metabolismo, el crecimiento, la reproducción, los ciclos de sueño y el estado de ánimo. Incluso variaciones mínimas en nuestro equilibrio hormonal pueden tener un impacto significativo en el funcionamiento de nuestro cuerpo. Afortunadamente, muchos aspectos de nuestra dieta y estilo de vida, que están dentro de nuestro control, pueden influir positivamente en la armonía hormonal.
Es fundamental reconocer que nuestras elecciones en cuanto a dieta y estilo de vida pueden afectar sensiblemente a nuestras hormonas. De hecho, ciertas prácticas consideradas "saludables" podrían no serlo (aquí es donde entra el individualismo) . En este artículo, vamos a desglosar algunos de estos hábitos y cómo pueden influir en nuestras hormonas, además de ofrecer consejos para mantener un equilibrio hormonal óptimo.
1. Omitir el Desayuno
Llamado frecuentemente "la comida más importante del día", el desayuno ha sido objeto de debate, especialmente con la popularidad del ayuno intermitente. Si bien es cierto que la importancia del desayuno puede variar individualmente, estudios sugieren que tomar desayuno puede tener efectos beneficiosos en nuestra salud hormonal.
Investigaciones han demostrado que saltarse el desayuno puede elevar los niveles de grelina, la hormona del hambre, lo que indica al cerebro que necesitamos comer (3). Aquellos que toman desayuno tienden a consumir menos carbohidratos y grasas por la noche en comparación con quienes lo omiten. Además, la leptina, nuestra hormona de la saciedad, tiende a disminuir en personas que posponen o se saltan esta comida, lo que puede aumentar la sensación de hambre más tarde en el día y perturbar el sueño (4).
Mantener nuestras hormonas equilibradas es esencial para nuestra salud general, y la dieta junto con el estilo de vida juegan roles fundamentales en este proceso. A través de este artículo, exploraremos otros hábitos "saludables" y su verdadero impacto en nuestro sistema hormonal, proporcionando estrategias para apoyar un equilibrio hormonal saludable.
Omitir o posponer el desayuno también puede impactar negativamente en los niveles de insulina, una hormona esencial producida por el páncreas que juega un papel crucial en el manejo de la glucosa sanguínea. La función principal de la insulina es facilitar la entrada de glucosa a las células, ayudando así a mantener los niveles de azúcar en la sangre. No consumir desayuno se ha vinculado con un aumento en la resistencia a la insulina, un estado en el que el cuerpo no responde de manera eficaz a la insulina producida. Esto puede resultar en niveles elevados de glucosa en sangre y, con el tiempo, puede llevar a la reducción de la producción de insulina. La resistencia a la insulina es un precursor de la diabetes tipo 2 y se asocia con otras condiciones de salud como enfermedades cardíacas e hipertensión.
Además, la práctica de saltar el desayuno puede alterar nuestro ritmo circadiano, afectando negativamente la secreción de insulina y del péptido similar al glucagón 1 (GLP-1), que es vital para estimular la producción de insulina.
Tomar desayuno no solo nos brinda la oportunidad de nutrir nuestro cuerpo con elementos esenciales para su buen funcionamiento sino que también puede ser beneficioso para regular el apetito y, posiblemente, contribuir a una mejor adherencia a los patrones dietéticos, reduciendo así la tendencia a comer en exceso por la noche.
2. "Ahorrar" Calorías
Es común entre aquellos que monitorean su ingesta de calorías o macronutrientes intentar "ahorrar" calorías para comidas más grandes o eventos especiales con el fin de mantenerse dentro de sus objetivos calóricos. Aunque puede parecer una estrategia flexible y adaptable, no considera plenamente el impacto en la salud más allá del simple balance energético.
La noción de que lo único que importa es el equilibrio energético global y la ingesta de nutrientes es demasiado simplista. La temporalidad y distribución de las comidas son factores que influyen en nuestra salud hormonal. Saltarse comidas o acumular calorías para consumir más tarde puede resultar en períodos prolongados sin ingesta de energía, llevando a déficits energéticos durante el día. Aunque los déficits esporádicos y menores pueden no ser problemáticos, mantenerlos de manera continuada puede desregular hormonas relacionadas con el apetito, la función tiroidea y las hormonas sexuales, afectando tanto a hombres como a mujeres (disminución de testosterona en hombres y alteraciones en ciclo menstrual en mujeres).
Un estudio de 2018 que investigó el efecto de los déficits energéticos diurnos en atletas encontró que, aunque el balance energético general de 24 horas era similar, aquellos con déficits durante el día experimentaban mayores estados catabólicos, descomponiendo tejido muscular o graso para obtener energía. Esto se asoció con niveles reducidos de estradiol, aumento de cortisol y una disminución de la tasa metabólica en reposo, lo que puede comprometer la masa muscular, la adaptación al entrenamiento y la composición corporal. Además, las atletas con déficits energéticos durante el día presentaban alteraciones en sus ciclos menstruales, evidenciando cómo el estrés metabólico puede influir en el sistema reproductivo femenino a través de alteraciones en la producción hormonal.
Este enfoque destaca la importancia de considerar no solo la cantidad total de energía consumida, sino también cómo la distribución de esta energía a lo largo del día afecta nuestra salud hormonal y general.
Se han observado efectos similares en los hombres, donde a pesar de tener una ingesta general de energía similar, se ha observado una tasa metabólica en reposo reducida, niveles más altos de cortisol y una proporción más baja de testosterona a cortisol en aquellos con déficits diurnos.
Si bien los atletas corren mayor riesgo de tener déficits diurnos debido a su gasto energético y, por lo tanto, sus necesidades energéticas son mayores que las de un individuo sedentario y sus oportunidades de comer pueden verse limitadas debido a las demandas de entrenamiento, todavía es posible verse afectado por déficits diarios si no eres un atleta de élite o incluso un individuo activo. Comportamientos como ayunar, saltarse comidas y “ahorrar” calorías pueden aumentar la probabilidad de que esto ocurra.
Si realizas una actividad física de alta demanda, asegúrate de comer antes y después de tu entrenamiento para asegurar que tu cuerpo tenga energía disponible para proporcionar combustible para la sesión y apoyar el proceso de recuperación posterior.
3. entrenamiento en ayunas
Nuestro cuerpo almacena carbohidratos en forma de glucógeno en el hígado y músculos, los cuales pueden convertirse en glucosa para mantener niveles estables de azúcar en sangre en ausencia de ingesta calórica. Aunque el glucógeno puede suministrar energía durante hasta 24 horas, este se consume más rápidamente durante el ejercicio físico, especialmente en actividades de alta intensidad, lo que puede llevar a una reducción del rendimiento y capacidad física.
Aunque el entrenamiento en ayunas puede aumentar la utilización de grasas como fuente de energía, esto no necesariamente se traduce en una pérdida de grasa corporal más efectiva. Investigaciones indican que no hay diferencias significativas en la pérdida de peso entre quienes entrenan en ayunas y aquellos que se ejercitan después de comer. Además, el rendimiento físico puede verse comprometido durante el ayuno, afectando potencialmente el déficit energético necesario para la pérdida de peso. También se ha observado que el entrenamiento en ayunas puede conducir a la pérdida de masa muscular, disminución del rendimiento físico y alteraciones hormonales.
El cortisol, hormona que se libera en respuesta a situaciones de estrés, incluido el ejercicio, tiene niveles naturalmente altos por la mañana. Entrenar en ayunas podría exacerbar este incremento, afectando negativamente el ciclo del sueño, la composición corporal y la producción de hormonas sexuales, lo cual puede influir en el estado de ánimo, la fertilidad y, en mujeres, el ciclo menstrual.
Si la motivación detrás del entrenamiento en ayunas es la pérdida de peso acelerada, es improbable que se observe una diferencia significativa. De hecho, esta práctica puede aumentar la degradación muscular y, debido a los niveles elevados de cortisol, promover la acumulación de grasa. Por lo tanto, es recomendable enfocarse en potenciar las sesiones de entrenamiento para maximizar el rendimiento y facilitar la recuperación.
4. Priorizar las proteínas y verduras sin descuidar los carbohidratos y las grasas
Dada la mala reputación que a menudo se les da a los carbohidratos y las preocupaciones sobre el consumo de grasas relacionadas con el aumento de peso, es entendible que algunos piensen que es mejor limitar estos nutrientes. Sin embargo, aunque las proteínas y las verduras juegan roles cruciales en nuestra alimentación, un balance adecuado de todos los nutrientes es esencial, especialmente para el funcionamiento óptimo de nuestras hormonas.
Las restricciones severas en carbohidratos se han vinculado a alteraciones en las hormonas de la tiroides (37, 38, 39, 40). Las hormonas tiroideas, como la triyodotironina (T3) y la tiroxina (T4), son fundamentales para la regulación de procesos vitales como la energía, la termorregulación y el metabolismo. La reducción en la ingesta de carbohidratos puede limitar la conversión de T4 a T3, disminuyendo los niveles de T3 (37, 41, 42, 43), lo que puede llevar a fatiga y ganancia de peso; no obstante, estos efectos pueden revertirse incrementando el consumo de carbohidratos y calorías (40, 43, 44), siempre que no exista una condición médica de base.
Similarmente, dietas excesivamente bajas en grasas pueden tener un impacto negativo en las hormonas, particularmente en las hormonas sexuales. Una revisión y metanálisis de estudios recientes sugieren que las dietas con bajo contenido de grasa pueden reducir los niveles de testosterona en hombres, en comparación con dietas ricas en grasas (45).
Investigaciones sugieren que el consumo adecuado de ácidos grasos poliinsaturados, como el omega-3, es beneficioso para la fertilidad gracias a su efecto hormonal. Se ha observado que el ácido linoleico promueve la liberación de hormona luteinizante (LH), que tiene un papel clave en la función ovárica y testicular (46, 47). Además, el ácido docosapentaenoico (DPA), presente en pescados grasos, se ha relacionado con una menor incidencia de anovulación en mujeres (48), situación en la que no se libera un óvulo.
La restricción excesiva de grupos alimenticios específicos puede llevar a carencias de micronutrientes y a un consumo insuficiente de calorías. Un aporte calórico muy bajo es percibido por el cuerpo como una situación de estrés, elevando los niveles de cortisol (49, 50). El hipotálamo, altamente sensible al estrés, puede suprimir la producción de hormonas sexuales ante niveles elevados de cortisol, lo que puede resultar en amenorrea hipotalámica en mujeres.
5. La importancia del equilibrio entre el ejercicio y el descanso adecuado
Mientras que el ejercicio aporta innumerables beneficios para la salud, comprometer tus horas de sueño para entrenar, incluso antes del amanecer (sí, hablo del grupo que corre a las 4 am), podría ser contraproducente para tu bienestar y frenar tu progreso.
En nuestra sociedad, dormir poco a menudo se considera una señal de diligencia, respaldada por la cultura del #hustle. No obstante, el sueño tiene un rol crítico en la regulación de diversas hormonas. Por ejemplo:
La escasez de sueño puede llevar a una disminución en la producción de hormona del crecimiento, afectando negativamente el crecimiento y reparación muscular, así como el metabolismo y las funciones del sistema inmunológico (51).
Un sueño deficiente puede incrementar los niveles de grelina y disminuir los de leptina, estimulando el apetito (52, 53).
La falta persistente de sueño de calidad puede resultar en un aumento de la resistencia a la insulina (54, 55), elevando el riesgo de desarrollar diabetes (7, 8).
La privación de sueño puede elevar los niveles de cortisol, influenciando negativamente la composición corporal, promoviendo la descomposición muscular y alterando los ciclos menstruales en mujeres (19, 20, 34, 35).
Entrenar temprano por la mañana no es en sí un problema, pero es crucial asegurarse de obtener suficiente descanso y nutrición adecuada para apoyar al cuerpo ante el estrés adicional que supone el ejercicio. Esto es esencial para mantener un balance hormonal óptimo y aprovechar al máximo tus entrenamientos.
Recuerda, tu habilidad para mantener una rutina de ejercicio constante y efectiva depende enormemente de cómo te recuperas, lo que subraya la importancia del descanso y la nutrición post-ejercicio.
Conclusión
Existen numerosos hábitos que pueden parecer beneficiosos e inocuos a primera vista pero que, en realidad, pueden estar interfiriendo con el funcionamiento interno de nuestro cuerpo. Los desajustes hormonales pueden tener una amplia gama de efectos en nuestra salud y rendimiento, resaltando la necesidad de reflexionar sobre las tendencias populares en las redes sociales y evaluar si realmente son adecuadas para ti y tu estilo de vida.
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